Es un pequeño pueblo castellano, en la provincia de Ávila, pegado al macizo de Gredos.

Berrocal es el mirador perfecto hacia montañas azules coronadas de nieve, que su sola contemplación reconforta el espíritu, mucho más que el mejor de los psicólogos. Y es su gente, la que vive en él y la que vive con su recuerdo.

Gente de mundo por el mundo. Incansables buscadores del camino. Rastreadores del pan de cada día.

Aldea de origen medieval, quedó integrada en los términos de El Mirón, una de las cuatro villas del señorío de Valdecorneja que fue entregado a diferentes miembros de la familia real hasta que cayó en poder de los Álvarez de Toledo, titulares de la Casa de Alba, a los que Santa María del Berrocal permaneció ligada hasta el siglo XIX.

Tierra de pastos y cultivo de cereales, sus habitantes se dedicaron preferentemente a la agricultura y la ganadería.

Sólo unos cuantos artesanos se especializaron en las operaciones finales de la elaboración de paños y aún queda en el pueblo algún viejo telar que en otro tiempo sirvió para tejer gruesas mantas de inmejorable calidad.

Sin embargo, el sector textil marcaría después la vida de muchos de los habitantes del pueblo.

Durante los siglos XIX y XX cuando las carreteras ampliaron el radio de acción de los antiguos arrieros, muchos vecinos de Berrocal se lanzaron al mundo a comprar y vender paños por todas partes.

Eran los pañeros de Berrocal, que hicieron que se conociera al pueblo con el nombre de Barrocal de los Pañeros, famoso en toda España.