Está situado en el extremo suroccidental de la provincia de Ávila, en el Aravalle, camino del puerto de Tornavacas, junto al valle del Jerte.
Puerto Castilla, sede del ayuntamiento, se encuentra en la carretera nacional N110 y dista 94 km de Ávila, 56 km de Plasencia y 204 km de Madrid.
El Aravalle es tierra divisoria a la vez que vía de comunicación entre Castilla y Extremadura.
En 1193 Alfonso VIII establecía de forma oficial los límites civiles y eclesiásticos entre los alfoces y obispados de Ávila y Plasencia en la divisoria de aguas entre el Aravalle y el Jerte.
En 1209 el mismo rey fija los límites entre Ávila y el nuevo concejo de Béjar. Puerto Castilla y Santiago del Aravalle quedan en tierras del obispado de Ávila, formarán parte de la tierra de la villa de El Barco y se integrarán con ella en el señorío de Valdecorneja, que pertenecerá después a los duques de Alba.
En las inmediaciones de Puerto Castilla está el puerto de Tornavacas utilizado como vía de comunicación entre las tierras del Norte (Medina, Madrigal, Rágama, Rivilla, Castellanos, Zapardiel de la Cañada, Puente Congosto, El Barco) y el Sur (Plasencia).
Es la ruta seguida por el emperador Carlos V en el siglo XVI camino de Yuste.
En su término municipal, en la sierra, se encuentra la Laguna de Galin Gomez.
En Santiago de Aravalle destaca la torre de su iglesia parroquial declarada en 1981 Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento.
La Ruta del emperador
En el puente de las Azañas de El Barco de Ávila se inicia el camino real/Cordel de “Tornavacas”, coincidente con la ruta del emperador, que viene desde Medina del Campo, pasando por Puente del Congosto y El Barco de Ávila, y continúa hasta Tornavacas.
Carlos I desembarca en Laredo el 28 de septiembre de 1556. El 6 de octubre salió con un numeroso séquito de la villa santanderina. Descansó 15 días en Valladolid de donde salió el día 4 de noviembre a las tres y media de la tarde. El día 5 estuvo en Medina del Campo, donde en su honor el rico comerciante Dueñas quemó en el brasero unos cuantos palitos de canela. El 6 entró en Horcajo de las Torres; el 7 durmió en Peñaranda de Bracamonte; el 8 en Alaraz; el 9 en Gallegos de Solmirón y el martes 10, a las doce y media de la mañana, hizo su entrada en El Barco.
Juan de Solís lo narra así: Ya a la amanecida bajaban todos los vecinos de la sierra y se movilizaron los del Barco, yendo muchos a pie y a caballo hasta cerca de La Horcajada, formándose apretadas filas desde la puerta de la Villa a los dos lados del antiguo camino de Castilla. Al aparecer la comitiva con su vanguardia de 40 alabarderos y su oficial, detrás la caballería, más de 90 flamencos, borgoñones e italianos, con el conde de Beus M. de Huvermon, el secretario Quijada y buen golpe de servidores, las aclamaciones de estos pueblerinos fueron ensordecedoras. Mas al llegar el Emperador, conducido a ratos en una lujosa silla de manos, fue tal el asombro y la sensación de respeto que todos enmudecieron y se arrodillaban. Don Carlos, con su natural bondad, les indicaba que se levantasen, dándoles muestras de su agradecimiento. Como los Duques de Alba no estaban en El Barco, y además en el alcázar se encontraban las monjas de Aldeanueva, el Emperador se alojó en la casa de los Gasca, donde aún conocí yo las cadenas que lo recordaban. En el Barco se holgó en ver desde el puente pescar un buen número de truchas. Aquí recibió las colchas de pluma que le remitió su hija desde Valladolid. Tanto le agradaron que mandó que le confeccionara una larga bata de uno de aquellos edredones forrados de seda. El emperador, que había llegado el martes al mediodía, partió el miércoles a las cuatro de la tarde en dirección a Tornavacas, a donde arribó pasadas las siete de la noche. Aposentado en el monasterio de Yuste, el correo que hacía servicio desde Valladolid a Lisboa le llevaba truchas y perdices del Barco, junto a abundantes regalos de nobles y plebeyos, destacando los muy delicados de nuestra Duquesa de Alba .
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