La iglesia de San Cipriano, de tres naves, destaca por su cabecera renacentista, la torre que se adosa a la cabecera, las bóvedas del crucero y de la sacristía, el retablo mayor y la riqueza de tablas y esculturas que pueden admirarse en sus capillas laterales destinadas a museo.
La iglesia de San Cipriano o de San Cebrián debió erigirse a principios del siglo XIV.
Está construida con bandas de encofrados de cal y canto, encintadas con verdugadas de ladrillo, material con el que se refuerzan las esquinas.
Se accede al interior por dos puertas formadas por tres arquivoltas apuntadas, encuadradas por un alfiz y rematadas por friso de esquinillas.
Sus tres naves se cubren con armaduras de par y nudillo; el crucero y las capillas del Evangelio y de la Epístola, con bóvedas de crucería, y su cabecera es una singular obra del renacimiento en la que trabajaron primero Lucas Giraldo y Juan Rodríguez y, más tarde, Rodrigo Gil de Hontañón.
A la cabecera está adosada la torre, cuyo cuerpo bajo, que sirve de sacristía, obra de Giraldo, está cubierto por una bóveda estrellada.
En la iglesia son de admirar el retablo mayor del siglo XVIII, obra del tracista salmantino Miguel Martínez, de influencia churrigueresca, con una alta predela, en que se abren dos bellas puertas, el cuerpo principal de tres calles y un ático en forma de cascarón; el púlpito, y las imágenes que se encuentran en las capillas laterales, destinadas a museo, entre las que destacan las iglesias: dos medias estatuas yacentes, de caballero armado y de señora, cuyo frente muestra el escudo de los trece roeles; un Cristo Crucificado del siglo XVI; una Piedad de estilo flamenco del siglo XVI; o la Virgen de la Pera, del siglo XIII, procedente de la ermita. Es una virgen entronizada, de tamaño natural, sentada sobre un trono formado por un banco sin respaldo que con una mano sostiene al niño sobre su rodilla izquierda y con la derecha, levantada, sostiene una pera, el niño bendice con la diestra y sostiene el globo del mundo con la izquierda.