El Convento de religiosas de la Orden de Santo Domingo, con el título de la Magdalena de la Santa Cruz de Aldeanueva, fue erigido en beaterio en el pontificado de León X y en verdadero convento de religiosas por Breve expedido en Zaragoza en 6 de mayo de 1522 por el pontífice Adriano VI.
Se construyó con limosnas de los vecinos de Aldeanueva, de El Barco y de Piedrahíta, de los Duques de Alba, del gran Prior de Castilla de la Orden de San Juan -don Diego de Toledo-, del señor de La Horcajada y de los Reyes Católicos.
En él se estableció la comunidad de María de Santo Domingo, una de las primeras representantes del movimiento espiritual reformista del siglo XVI y llegó a tener un gran número de religiosas.
Fue devorado por las llamas en septiembre de 1565 y las religiosas se trasladaron a la fortaleza-palacio que tenía en El Barco doña María Enríquez de Toledo, que gobernaba entonces los estados de la Casa de Alba y que mandó reedificar a sus expensas el convento incendiado.
A mediados del siglo XIX quedaban solo catorce monjas. Entonces se conservaba aún la imagen del Cristo de las Batallas, que, según la tradición, regalaron los Reyes Católicos a la comunidad, salvado del fuego del siglo XVI y que ahora procesiona en Ávila el miércoles de Semana Santa.
El convento mantuvo una vida próspera hasta las desamortizaciones del siglo XIX.
Las últimas monjas lo abandonaron en 1866 por decreto del obispo de Avila, cuando el edificio estaba ya casi en ruinas.
Tras la marcha de las monjas a la ciudad de Avila, al convento de Mosén Rubí, los restos del edificio fueron adaptados para que sirvieran de casas particulares.
Se conserva el claustro, con seis arcos escarzanos por frente y pilares ovalados con basas góticas, convertido en la actualidad en una plaza porticada.