La mora Zayda nace en 1063 en Sevilla, hija de la poetisa Rumaykiya. Era muy bella y fue educada en poesía, canto y filosofía. Convivía con la elite cultural y social de la Corte de Sevilla.
A los 12 años fue prometida del rey castellano Alfonso VI, que estaba casado entonces con Inés de Aquitania, motivado por su belleza y la dote propuesta. Plazas como Cuenca, Ocaña o Consuegra pasaban a manos cristianas.
Sin embargo, los poderes cristianos de la época lo vieron con malos ojos, llamando la atención al rey y exigiendo que solo se casara con princesas cristianas. Por la gran polémica surgida, Zayda se casó con Abu Nasr Al Fath Al’Ma’mun, rey de Córdoba.
Mientras, Alfonso VI conquistaba Toledo y el califato de Al Andalus se dividía en taifas. Ante el avance cristiano se solicitó ayuda a Yusuf (rey Almorávide africano) que entró en la península rodeado de guerreros que le seguían al grito de guerra santa. Viéndose más fuertes decidieron acabar con las taifas y unificar Al Andalus. Ante esta situación Al’Ma’mun envió a su familia a Almodóvar del Rio.
Córdoba cayo y Al’Ma’mun fue ajusticiado. Al enterarse Zayda, decide pedir asilo en la corte toledana de Alfonso VI. En esta fecha ella contaba con 28 años y él con 52. La aparición de la bella joven sacudió con fuerza al rey castellano e iniciaron una profunda relación amorosa a pesar de estar él casado.
Al parecer los frecuentes encuentros amorosos se produjeron en el castillo de La Adrada. De esta relación nacieron tres hijos: Sancho Alfonsez (único varón y por tanto heredero), Elvira y Sancha. Desde que Sancho nació fue reconocido. Zayda se acomodó en la corte castellana, bautizándose con el nombre de Isabel, e introdujo nuevos aires culturales musulmanes en la corte.
Con el parto de su hija Sancha, Zayda murió. Junto con la muerte de Sancho Alfónsez en la batalla de Uclés al poco tiempo, ambas pérdidas provocaron fuerte dolor al rey, que dos años después fallecería.
A pesar de todo, esta historia provocó mucha indignación en el mundo cristiano de la época, no aceptando el reinado de Zayda, considerándola como una concubina y nunca se aceptó que su nombre fuera Isabel I de Castilla (nombre que llevaría siglos después Isabel la Católica) también fue sospechosa la muerte de su hijo Sancho ya que representaba la unión de dos culturas.
Alfonso VI quiso que Zayda descansara en el lugar que había destinado para sí mismo, el monasterio de San Benito en Sahagún, que siglos después fue incendiado y expoliado acabando con los restos de la realeza que allí se encontraban.